Un óptimo jardinero, que protege y comprende de flores…¿apreciaría a sus flores por el color? Si lo hiciese, dejaría de apreciar a aquellas que tienen un fragancia profundo y al tiempo un color pobre. Y si las valorara por su aroma, dejaría de ver la hermosura de una orquídea, hermosa en sus colores y formas pero pobre en su perfume.
Igual que un óptimo jardinero, no quiero ni valoro a mis hijos por igual. Todos nuestros hijos viene dotado de unas especificaciones particulares auténticas. No las tiene absolutamente nadie solamente que aúnn con 2 hijos que se semejan bastante, hay diferencias en las especificaciones en las que se semejan. En su forma de manifestarlas, de interpretarlas o sentirlas.
Hijos distintos, pretensiones distintas
En el momento en que los progenitores poseemos en cuentas estas especificaciones, comprendemos que existan pretensiones distintas entre nuestros hijos.
Unos precisan mucho más dirección, otros mucho más autonomía. A unos les van mejor los estudios, otros eligen los deportes. Unos tienen mucho más aptitud de abstracción, otros precisan tocar y sentir las cosas. Unos aguantan mejor las fracasos, otros solo ven inconvenientes.
Es obvio que no tenemos la posibilidad de quererlos ni instruirlos del mismo modo. Sería injusto. Seria lamentable y seria incapacitador para mis hijos, porque llevarlo a cabo supone no respetar lo que les define, lo que les hace distintas y importantes y creamos entre una fuerte rivalidad ya que tienen que “combatir” por ganarse ese reconocimiento.
¿A quién quieres mucho más?
Los pequeños pequeños verbalizan con claridad la necesidad de comprender cuánto son estimados: “papá, mamá, ¿a quién deseas mucho más? ¿A Clara o a mí?”
De todos modos, no desean comprender a quién deseas mucho más sino más bien qué método usas para apreciar a cada uno de ellos. Si a todos y cada uno de los deseas por igual, lejos de quedarse relajados, comprenden que tienen que esforzarse por resaltar, por llevar a cabo ver que no son iguales, por ganarse tu reconocimiento y agradar su necesidad de individualización y distinción sicológica, una necesidad inseparable en todos y cada uno de los humanos.
Comienzan a equipararse entre ellos y a interpretar cada ademán tuyo como una clara declaración de prioridad.
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En el momento en que son mayores, ahora jóvenes, la situación puede continuar siendo igualmente dolorosa para nuestros hijos ya que varios piensan que no se les valora con lo que son sino más bien con lo que hacen.
Interpretan que los progenitores desean mucho más o priorizan a esos hijos que no dan inconvenientes, que se semejan a , que conectan mejor con , que obedecen y cumplen con las esperanzas de sus progenitores. Interpretan que hay “calidades” y “proporciones” de cariño en función de unos desenlaces.
6 consejos espectaculares para «querer» a tu hijo tal como es
No deseo a mis hijos por igual. Y no los deseo por igual pues cada uno de ellos tiene un desempeño cognitivo y sensible característico. Por el hecho de que cada uno de ellos tiene un estilo de estudio diferente o un empleo de tácticas distinto para interpretar la vida. Educarles o quererles de manera traje es asfixiar sus talentos.
- No solo respeta sus diferencias sino más bien ayúdale a identificarlas, valorarlas, fomentarlas y expresarlas. Supone hacerle partícipe de esas diferencias a fin de que las viva como una parte de lo que le define. Y llevar a cabo consciente a toda la familia de esas diferencias, sin juicios ni críticas sino más bien como algo enriquecedor para todos.
- Ayúdale a entender su desempeño cognitivo, afectivo y sensible de manera que esa seguridad le asista a empoderarse de su historia, progresando aquello debe cambiar y dando permiso que se sienta “cómodo” en su piel. Hablamos de enseñarle a tener seguridad en sus elementos, indudablemente muy dispares de los del resto, pero efectivos pese a sus límites.
- Crea condiciones para el éxito. Ofrécele distintas y variadas ocasiones de autoafirmación, ámbitos capacitadores, donde logre poner en práctica sus peculiaridades personales. A cada hijo las vivencias que logren enriquecerle y no a todos exactamente las mismas.
- Lleva a cabo para cada hijo un emprendimiento educativo diferente. Tienes que tener clarísimo cuál es tu propósito con cada uno y qué precisa cada uno de ellos para llegar a efectuarse. Tienes que abstraerte de lo que te agradaría y meditar en lo que es preferible para , con los talentos que tiene y sus potencialidades. Tus esperanzas han de ser realistas, respetuosas y flexibles.
- Siempre y en todo momento, ¡siempre y en todo momento! interésate por su opinión, especialmente cuando no coincide con la tuya. Aquí tienes ciertas oraciones para confrontar ideas con tu hijo.
- Incentiva y valora su participación en la familia, agradeciendo siempre y en todo momento su contribución. Cuanto mucho más seguro esté de sí, mucho más consciente va a ser de su individualidad. Esto le dejará no sentirse conminado por absolutamente nadie ni “deseará” equipararse con absolutamente nadie.
No los deseamos a todos por igual. Valoremos, gozemos y celebremos que todos nuestros hijos no son iguales. Con cosas que nos agradan mucho más y menos. Con mayor o menor sencillez para llegar a pero con un amor respetuoso con su esencia mucho más profunda.
Amarles de forma personalizada es la mejor forma de empujarlos a aprobarse y gustarse a sí mismos.